Por Joal Ondo
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha celebrado este viernes el acuerdo de paz firmado entre la República Democrática del Congo (RDC) y la República de Ruanda, un pacto que busca poner fin a años de violencia armada en la convulsa región oriental del Congo.
"Acojo con satisfacción el acuerdo de paz firmado por la República Democrática del Congo y la República de Ruanda, un paso importante hacia la desescalada, la paz y la estabilidad en el este de RDC y la región de los Grandes Lagos", expresó Guterres a través de su cuenta oficial en la red social X.
El máximo representante de la ONU también ha felicitado a Estados Unidos por su papel decisivo en la mediación, así como a todos los actores que contribuyeron a alcanzar este avance diplomático. Asimismo, reafirmó el compromiso del organismo internacional para apoyar la aplicación efectiva del acuerdo.
El documento suscrito compromete a ambas naciones a cesar su apoyo a los principales grupos armados que operan en la región, en especial el Movimiento 23 de Marzo (M23) y las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR). Estos grupos han sido señalados como responsables de graves violaciones de derechos humanos y desplazamientos masivos.
Durante los últimos meses, el M23 —grupo al que se le atribuye el respaldo del Gobierno ruandés— ha intensificado su ofensiva militar, logrando el control de importantes zonas en las provincias de Kivu Norte y Kivu Sur. Esta situación ha provocado el desplazamiento de cientos de miles de civiles, obligados a abandonar sus hogares y sobrevivir en campos de refugiados en condiciones precarias y de extrema vulnerabilidad.
La firma del acuerdo genera expectativas esperanzadoras en una región marcada históricamente por conflictos étnicos, rivalidades políticas y disputas territoriales. Sin embargo, organizaciones humanitarias y expertos regionales advierten que la verdadera prueba será la implementación efectiva del pacto, la verificación del cumplimiento de sus cláusulas y la reconstrucción del tejido social devastado por décadas de conflicto.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa con cautela este nuevo intento de reconciliación entre dos países cuyas tensiones han repercutido directamente en la estabilidad de toda la región de los Grandes Lagos.
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