“Ya no podía soportarlo más. Ya sabes, quedarme por ahí y ver cómo mataban a la gente al azar”.
Según una entrevista que la BBC mantuvo recientemente con Leo Igwe, el activista que intenta ayudar a las personas acusadas brujas. Existe pruebas de pastores pentecostales en Nigeria realizando servicios dirigidos a supuestas brujas, una práctica que según Igwe, no es nada inusual en un país donde muchos creen en lo sobrenatural
¿Quién es Leo Igwe?
nacido el 26 de julio de 1970, Igwe es un defensor de los derechos humanos y humanista nigeriano. Es un ex representante de África occidental y meridional de la Unión Humanista y Ética Internacional, y se ha especializado en hacer campañas contra las acusaciones de brujería infantil y documentar sus efectos.
Leo Igwe tiene un doctorado en la Escuela Internacional de Estudios Africanos de Bayreuth, en la Universidad de Bayreuth (Alemania) habiendo obtenido un título de posgrado en filosofía de la Universidad de Calabar, en Nigeria.
La defensa de los derechos humanos de Igwe lo ha llevado a entrar en conflicto con creyentes de la brujería de alto perfil, como Liberty Foundation Gospel Ministries, debido a sus críticas a lo que él describe como su papel en la violencia y el abandono infantil que a veces resultan de las acusaciones de brujería.
Después de completar su doctorado en estudios religiosos en 2017, estaba inquieto. Había escrito mucho sobre la brujería y estaba frustrado porque el mundo académico no le permitía desafiar esta práctica de frente.
Por eso, Igwe creó Advocacy For Alleged Witches (que en español sería “Defensa de las presuntas brujas”), una organización centrada en “utilizar la compasión, la razón y la ciencia para salvar las vidas de las personas afectadas por la superstición”.
El trabajo de prevención de Igwe se extiende a Ghana, Kenia, Malaui, Zimbabue y más allá.
Jude, salvado por Igwe y equipo
Una de las personas a las que la organización ha ayudado en Nigeria es Jude, de 33 años.
En agosto, intervinieron cuando Jude fue acusado y golpeado en el estado de Benué.
Jude, un vidriero que también trabaja a tiempo parcial en un banco, cuenta que se dirigía al trabajo una mañana cuando se encontró con un niño que llevaba dos jarras pesadas de agua, lo que lo llevó a hacer un comentario sobre la agilidad física del niño.
El niño no tomó sus palabras con agrado, pero siguió su camino.
Más tarde, Jude fue seguido por una turba de unas 15 personas que le lanzaron piedras. Entre ellos estaba el niño al que había saludado antes. “Los jóvenes empezaron a pelearse conmigo, tratando de prenderme fuego”, afirma Jude.
Jude fue acusado de causar la desaparición del pene del niño mediante brujería, algo que lo sorprendió. Las denuncias de desaparición del pene en hombres son frecuentes en algunas partes de África Occidental.
Y estas denuncias se han relacionado con el síndrome de Koro, una enfermedad mental también conocida como síndrome de retracción genital. Se trata de un trastorno psiquiátrico caracterizado por un miedo intenso e irracional a que los órganos genitales desaparezcan o se retraigan dentro del cuerpo de la víctima.
El calvario de Jude
Jude perdió su trabajo en el banco debido al estigma que rodea a la acusación de brujería, dice Igwe.
Un video del violento altercado que vivió también empezó a circular en Facebook, y fue entonces cuando Igwe y su equipo se dieron cuenta y empezaron a investigar.
“Lo sacaron [a Jude] desnudo, ya sabes, brutalizado”, dice Igwe. “Lo primero que hicimos fue localizar el problema: ¿dónde está ocurriendo?”En WhatsApp, Igwe es una especie de influencer. En los últimos años ha creado y organizado grupos de WhatsApp para diferentes estados de Nigeria. Estos grupos están llenos de decenas de ciudadanos preocupados a los que llama “defensores”.
En los grupos comparten videos y fotos virales de acusaciones de brujería e intentan intervenir cuando se hace una acusación en su territorio.
“Nos pusimos en contacto con él [Jude]. Le enviamos algo de dinero para que se ocupara de sus heridas. Lo rehabilitamos socialmente”, narra Igwe.
El grupo también se ha comprometido a pagar la universidad de Jude, lo que esperan que le dé un nuevo comienzo.
Muchos en Nigeria, el país más poblado de África, creen en las brujas y viven con miedo a ellas y a los poderes diabólicos que supuestamente tienen. Los problemas financieros, las enfermedades o la infertilidad a menudo se atribuyen a la brujería.
Los acusados suelen ser vulnerables. La mayoría de las veces son muy jóvenes o muy mayores, a veces tienen discapacidades mentales o físicas y, a menudo, viven en la pobreza.
El problema del desconocimiento
Según Nigeria Watch, un sitio web que monitorea la violencia en el país a través de lo que informan los medios, hubo ocho muertes derivadas directamente de acusaciones de brujería en 2024.
La BBC no verificó estas cifras de forma independiente, pero ha informado anteriormente sobre agresiones y asesinatos de personas acusadas de brujería en Nigeria y otros lugares.
Advocacy For Alleged Witches organizó seminarios públicos en agosto con motivo del Día Mundial contra la Caza de Brujas.
“La creencia en la brujería o [lo] sobrenatural en Nigeria es cultural”, sostiene Olaleye Kayode, profesor titular de Religiones Indígenas Africanas en la Universidad de Ibadán.
“La creencia es que las brujas son uno de los seres sobrenaturales creados por Dios para agitar los asuntos de la Tierra”, añade, al tiempo que afirma que es la ignorancia lo que hace que la gente promueva la caza de brujas.
Kayode culpa de la caza de brujas en Nigeria principalmente a la prédica de “religiones extranjeras” como el cristianismo y el islam, pero reconoce que las religiones tradicionales también “hacen la guerra” a las brujas.
“Esa bruja debe morir”
Igwe afirma que algunos de los muchos pastores pentecostales cristianos influyentes del país refuerzan las supersticiones sobre la brujería y la idea de que “cualquier presunta bruja es peligrosa para la sociedad, no merece piedad y debe ser asesinada”.
Si bien algunos de estos eventos religiosos se promocionan como servicios de liberación, en agosto uno de ellos se publicitó con el lema “Esa bruja debe morir”.
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