Opinión

La burbuja de la mentira, una forma de vida para quedar bien en la sociedad actual

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En este artículo, el periodista y sociólogo, Ángel Marcelino Ebang, pone de relieve lo falso que se ha vuelto el ser humano para encajar y ser bien visto en la sociedad.

“Si uno no es real ni consigo mismo, imposiblemente lo sería con otros. Si es capaz de engañarse a sí mismo, imagínate contigo” (Marcelino Ebang)

La intención de este artículo no es abrir un debate sobre los términos "verdad" o "realidad", tampoco es para hacer filosofía al respecto, o entonces acabaríamos en un extenso océano. Lo que se pretende reflejar es que existen dos tipos de realidades o verdades: real e imaginaria. Ambas van de la mano y en su justa dinámica, pero que entre ellas yace un sencillo contraste.

EXPLICAR
En este caso, podemos hablar de la verdad en doble dimensión, como hecho social con doble categoría; por un lado, existe una verdad verdadera, aquella que vivimos, aquella que puede estar a vista o en alcance de todos, la que nos hace identificar las cosas, personas o animales según sus características. La otra es verdad mental, imaginaria, resultante de nuestras aspiraciones, el deseo de alcanzar ciertas cosas, el punto o el éxito al que queremos llegar, pero que las dos tienen poder coercitivo en el humano.

Naturalmente, lo que en este artículo llamamos verdad existente, siempre precede a la otra, la imaginaria. Sin embargo, en nuestros días del siglo XXI, la segunda va a la cabeza. De hecho, muchas veces determinados sujetos sociales ignoran su propia realidad (lo que viven en sí), aferrándose a la verdad imaginaria (lo que quieren conseguir o lo que piensan que son), dando pasos, a una cotidianidad en la que, ni formas parte, ni encajas, obviando la distancia y circunstancia que les sitúan fuera de ésta.

La gran fortuna del siglo XXI es que todos sabemos jugar a perfección las cartas de la doblez, la mentira o el fingimiento que nos ha conferido como compensación, el hecho de tener derecho o estar obligados a mentir, a permanecer en lo falso, con el objetivo de abrirnos a oportunidades, a ser los preferidos; ampliar nuestros lazos de ventaja utilizando la mentira y la falsedad como único trampolín al éxito o ventaja que pretendemos atraer de otros.

La actitud se hace más fuerte en nuestros días gracias a las redes sociales, haciendo de ésta un estilo de vida que, psicosocialmente, es consensuado o más bien el convencional.

Recordemos que la ficción, el fingimiento o la hipocresía son hechos sociales que se pueden transmitir por vía generacional como otros muchos aspectos de los estilos de vida del pasado donde, si la verdad no estaba a la cabeza de todo, al menos figuraba en el orden del día de todo. Por fortuna, los momentos actuales no solo han legitimado la hipocresía o la falsedad mantenida por vía generacional, incluso ha conseguido desbancar del todo toda pizca de verdad que quedaba en las personas.

Precisamente, todo tipo de amistad hoy está basada en el intento de aprovecharse mientras se pueda y a la primera crisis, un abandono a la que viene siguiendo críticas y difamaciones.También es comprensible porque en el siglo XXI, la falsedad es el único medio para mantenerse con vida; es el modus operandi para evitar ser excluido; es la fórmula con la que evitar ser la piedra desechada en las construcciones de estructuras sociales.

Estas estrategias se aplican y son extensamente aplicables desde la primera agencia social, la familia, a los más extensivos como las interconexiones externas. La batalla es campal, sencilla pero cruenta, donde padres pelean contra los hijos, los maridos contra sus esposas, los hermanos se mienten y luchan entre sí, los países o naciones se mienten entre sí. En fin, una permanente e intensa fratricida global. Pero toda esta telaraña teniendo como trasfondo el hecho de que todo el mundo se ha convertido en camaleón (cambio de colores según intereses), o en cangrejos, sin ritmo o dirección fija.

Pues, llegado a este escenario, es complicado conocer o saber quién tiene la verdad, quien la dice y sobre todo, qué es lo que es verdad.

La mentira, la manipulación en las conciencias ha conocido su mayor éxito con la aparición y el aumento de los canales de comunicación, sobre todo, televisión y redes sociales, haciendo mantener en uso constante la insípida idea de que una imagen vale más que mil palabras, sin poder cuestionar el antes y el después de la misma, sin poder conocer las situaciones circunstanciales en el momento de tomar la misma. Pero en el fondo, el problema no son las redes sociales, no las podemos personificar; son un instrumento creado por el humano para su uso mismo, entendidas como herramienta de trabajado.

Desde luego, no podemos culpar del todo a la actual época si todavía existe una confluencia entre generaciones distintas, si existe una estrecha cohabitación entre quienes empezaron a vivir a principios o mediados del pasado siglo y quienes nacieron a finales del mismo o al principio del presente.

Es también el humano quien las utiliza como herramienta para una fácil y eficaz difusión de su comportamiento que mantiene por genética o por influencia social cual es la de defender su realidad de pocas o cero verdadera verdad, haciendo pasar por el santo entre los demonios.


Solo basta con observar que a día de hoy, todo el mundo es capaz de enviar un mensaje bíblico en un grupo de WhatsApp, tiktok, red social X, etc; solo basta con ver cuántas personas se solidarizan por las redes sociales con quienes nunca han podido cruzar un saludo; solo basta con ver lo fácil que es decir por WhatsApp “todos somos…” esto eleva al humano en el escenario de una falsedad inconsciente  en la que las redes sociales han venido a ayudar a desenmascarar el verdadero comportamiento falso que caracteriza al humano del mundo actual. Solo basta con observar los estilos de vida que pregonamos por las redes sociales; habría que observar cómo las mismas han acabado de ser el campo de batalla de las mujeres en determinadas sociedades, O sea, aun cuando se ha estado pensando que las redes sociales ayudan para saber fingir o insultar la inteligencia de otros de manera fácil, al contrario, es evidente que el humano de hoy vive en una constante falsa conciencia, ésta que, voluntariamente, las personas aceptan vivir a millas de su propia realidad. Esta falsa conciencia ha alcanzado niveles tales que, hay quienes automáticamente se acogen al silencio, puesto que cualquiera de sus preferencias constituye garantía de enemistades o más bien, se le declara personas subversivas.

Algo así como que al decir lo que piensa y como lo piensa, se convierte en opositor y si dice mentiras, gana amistades. En el primer caso, es evidente la teoría de la espiral del silencio, de Noelle Newman, en el segundo vislumbramos el espíritu de consumo ostentoso.

El uso de estas redes sociales es también distinto según sociedades y según los niveles culturales de cada ciudadano. Por ejemplo, en EE.UU y Latinoamérica, las redes sociales se utilizan sobre todo para la difusión de la ciencia y la cultura, mientras en otras latitudes solo sirven para pelear por un hombre o una mujer; decir a otros lo que se ha comido y bebido en y con.

En otras ocasiones, sirven para vender una conducta contra social en la que, mientras dos o más personas se pelean a muerte, el entorno vive un espectáculo gravando vídeos con los que aumentar el contenido de su cuenta al tiempo que disponer de un tema de conversación en un bar o discoteca.

En fin, en el mundo de hoy, la gente prefiere ser falsa para caer bien y atraer beneficios, al ritmo que utilizan las redes para vender una falsa realidad o imaginaria. 

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