Por Úrsula Inés Nkama Obiang Maye
En la sociedad ecuatoguineana, la frase "Se lo entrego a Dios" resuena con frecuencia en momentos de desesperación. ¿Es una expresión de fe o una resignación ante la injusticia?
Este dicho se escucha con mayor frecuencia cuando uno se enfrenta a situaciones de pérdida: alguien le arrebata algo por la fuerza, un empleador se niega a pagar lo debido, un trato se rompe, o se sufren abusos, engaños y decepciones, o más bien cuando no se vislumbran soluciones fáciles ante la adversidad.
La recurrencia de esta frase sugiere que muchos sienten que no pueden cambiar su destino o que se encuentran impotentes.
Al parecer, la expresión no siempre denota religiosidad, sino más bien una aceptación de la realidad en un entorno donde la injusticia parece ser el pan de cada día. "Se lo entrego a Dios" se convierte así en una forma de liberar el estrés y buscar consuelo en algo superior.
Podría interpretarse como una manera de sobrellevar la situación cuando se carece de recursos o se percibe que el sistema es injusto.
Según las opiniones de varios ciudadanos, muchos recurren a "Se lo entrego a Dios" cuando se agotan las opciones o se sienten hastiados. Se cree que, si realmente pudieran obtener lo que anhelan, lo reclamarían.
Y para variar, algunos actúan de esta manera no por impotencia, sino por su fe en un Dios Todopoderoso, que imparte justicia y se encarga de la retribución.
Existen diversas interpretaciones sobre el significado y el impacto de esta expresión. Muchos la consideran una forma de mantener la esperanza y la paz interior en momentos difíciles, permitiendo avanzar sin perder la fe en un futuro mejor. Otros la ven como una aceptación de las circunstancias para seguir adelante.
"Se lo entrego a Dios" refleja, en última instancia, la mezcla de fe, impotencia y esperanza en la búsqueda de sentido y consuelo ante las dificultades.
Si bien, la fe puede ser un refugio en tiempos de adversidad y la expresión "Se lo entrego a Dios" puede ofrecer consuelo, pero es crucial no permitir que la resignación impida la búsqueda de justicia. En lugar de simplemente "entregárselo a Dios" ante la corrupción, se pueden denunciar estos casos o exigir transparencia, transformando ese sentimiento en esperanza y construyendo un futuro mejor para todos.
Es importante reflexionar sobre cómo nuestras acciones diarias pueden reflejar nuestra fe y nuestro compromiso con la justicia. En lugar de delegar nuestros problemas a una fuerza superior, ¿cómo podemos convertirnos en agentes de cambio, buscando soluciones y construyendo un futuro más justo y equitativo para el país? La verdadera fe se manifiesta en la acción, en la búsqueda constante de un mundo mejor para nosotros y para las generaciones venideras.
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