La ciudad de Malabo anda sumida en una espiral de casos de naturaleza delictiva que van 'in crescendo' –locución adverbial latina traducida como «aumento gradual»– y que se manifiestan en forma de robos, atracos a mano armada y reyertas sangrientas en plena vía pública. Las calles y avenidas de la capital se han convertido en escenarios eventuales de batallas campales entre pandilleros, que además de robos y/o agresiones físicas a transeúntes, pugnan entre sí empleando hachas, machetes, palos, botellas de vidrio y cuchillos como armas de combate infundiendo terror a nivel social.
En los tiempos que corren, osarse a tomar un paseo matinal, vespertino o nocturno en nuestra sociedad ha devenido en un ejercicio de alto riesgo. Los gritos de «¡socorro!», «¡ladrón, ladrón!» o «¡auxilio, me están agrediendo!» son asiduos y resuenan por doquier; los viandantes son el blanco fácil de colectivos vándalos y delincuentes despiadados que tienen entre ceja y ceja derramar sangre a costa de lograr su objetivo sea cuál fuese el precio.
En este orden de ideas, me remito a los hechos concretos que sustentan mi pensar en este particular parafraseando a Mariano Nguema ESONO MEDJA, elemento catalizador de mi caminar en este cosmos –de la redacción–, quien sostiene que «dato mata relato».
A finales de la semana pasada corrió como pólvora en las redes sociales un vídeo donde dos grupos vándalos se enfrentaban a machetazos en el recinto del Colegio Integrado Pilar Buepoyo de Malabo. Ambos bandos, compuestos por jóvenes de diferentes edades, transmitían insensibilidad y salvajismo extremo en su obrar mientras vociferaban en un tono amenazante diciendo cosas como «el que trate nuestro asunto, le vamos a dañar».
En los aledaños del Hotel 3 de Agosto de Malabo también se vivió otro episodio de incidentes de delincuencia a mitades del mes de junio, donde dos jóvenes (un chico y una chica, para ser concretos) fueron interceptados por un grupo de malandros que se atrincheraron en una zona oscura del Seminario Menor Nuestra Señora del Pilar de Banapá donde asaltaron a los muchachos. Por suerte, las víctimas no fueron golpeadas ni heridas pero los atacantes se llevaron consigo móviles, dinero y demás pertenencias de sus víctimas.
El barrio Campo Yaunde, comúnmente conocido como 'Ñumbili' (o New Building, por su etimología en inglés) también ha sido escenario reciente de una pelea entre pandilleros. En aquel evento, resultó gravemente dañado un jovencito de 17 años de edad, quien fue brutalmente maltratado e incluso sufrió un apuñalamiento múltiple en la espalda. El chico fue trasladado urgentemente al hospital y sobrevivió gracias a la intervención vecinal.
Caralocas es otra urbanización de Malabo donde se reportan numerosos casos de ataques a ciudadanos –gran parte de ellos en la noche–. En este lugar, los pandilleros revelan su astucia con un 'modus operandi' ampliamente ingenioso: se acercan a sus potenciales víctimas pidiendo ayuda (para conocer la hora, por ejemplo) mientras el resto de miembros de la banda se esconden. Una vez cerca del objetivo, le agreden y le roban.
La cancha de fútbol sala del barrio Los Ángeles de Malabo no está exenta de este tipo de prácticas. Hace exactamente una semana que este espacio deportivo se convirtió en terreno de una emboscada liderada por un grupo de delincuentes contra un joven de 19 años de edad, de piel morena y cabello negro azabache, quien había sido golpeado con una botella de vidrio que le causó una herida profunda en la cabeza.
Todos estos incidentes –y otros no mencionados– confirman lo que es un secreto a voces: se disparan los atracos y reyertas sangrientas entre bandas criminales en Malabo. Muchos, en su sed por hallar la causa real de la crecida de este fenómeno preocupante, apuntan a diferentes razones. Las hipótesis que barajan algunos ciudadanos sobre el origen de estas nuevas agresiones señalan a los presos recientemente indultados por el Presidente de la República, S.E. Obiang NGUEMA MBASOGO, en el marco del 83 aniversario de su natalicio.
Entre todas las suposiciones, esta última puede parecer categórica pero cae por su propio peso porque no existen reportes policiales oficiales que certifiquen que, efectivamente, las nuevas agresiones son perpetradas por los indultados por el Jefe de Estado. Es importante matizar que las actuaciones maquiavélicas de un individuo no deberían afectar a inocentes ni mucho menos ser generalizadas, ya que con esta medida de clemencia tradicional que propulsa anualmente el máximo mandatario de la nación muchos presos se han visto beneficiados.
No obstante, el incremento de robos y agresiones físicas de bandas callejeras que van a su libre albedrío por las calles de la capital invita a adoptar estrategias más contundentes bañadas de efectividad para hacer frente a esta problemática que empieza a aterrorizar al pueblo, llevando algunos ciudadanos a atrincherarse en sus hogares y sin salir una vez caída la noche.
Autor: Andrés Ondo Etogo Oyé
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