Opinión

La carga y descarga de camiones, ¿empleo o pasatiempo?

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La falta de consideración por parte de la sociedad hace que la descarga y descarga de camiones sea vista como un fracaso social y no como un empleo digno.

Por: José Blas Mba Nzang Abena

En Guinea Ecuatorial es habitual observar camiones de carga ocupando carreteras y aceras. Traen productos destinados a la venta, esenciales para el consumo y el comercio local. Sin embargo, esos productos necesitan ser trasladados de los contenedores a los almacenes antes de llegar a tiendas, abacerías o restaurantes.

Ese trabajo lo realizan personas que, a simple vista, parecen emplear más fuerza física que mental. Por ello, la población los percibe como simples trabajadores ocasionales y no como empleados formales. De ahí surge la etiqueta de “estajo”: un trabajo pagado al instante, sin contrato ni seguridad, y con bajo nivel de consideración social.

Las causas de esa percepción son varias. La falta de formalidad en la contratación. El esfuerzo físico desmedido que exige. El carácter temporal del empleo. Y, sobre todo, la paga insuficiente que reciben quienes lo desempeñan.

Para muchos, descargar camiones es una actividad poco productiva, sin futuro ni estabilidad. Incluso hay familias que usan este trabajo como advertencia a sus hijos: “si no estudias, acabarás descargando contenedores”. Esa visión transmite rechazo y estigmatiza a quienes, en realidad, sostienen parte del comercio del país.

Quizás la culpa no sea únicamente de la sociedad. “La gente habla de lo que ve”. Y lo que se ve es un trabajo desordenado, mal remunerado y sin reconocimiento. Si se mostrara como una labor necesaria, organizada y con aportes reales al bienestar de las familias, podría ser valorada como lo que es: un empleo útil y digno.

La descarga de camiones no solo exige fuerza física, también mental. Implica disciplina, resistencia y confianza en uno mismo. Aunque no requiera un diploma, es una labor que contribuye a la economía nacional. Sin embargo, muchos lo ejercen solo como un recurso de subsistencia, lo que refuerza la idea de que no es un empleo real, sino una “suerte” temporal.

Para quienes son escogidos, debería haber más respeto y consideración. La mayoría trabaja pensando únicamente en qué comerán sus hijos mañana. Esa visión de supervivencia, más que de progreso, dificulta el desarrollo social.

El cambio depende de todos. Las empresas que importan productos podrían mostrar más apoyo, no solo económico, sino también material: guantes, toallas, vestimenta adecuada y protección contra el sol. Y la población, en lugar de juzgar, debería reconocer el valor humano y social de estos trabajadores.

Si se organizara mejor, con contratos, salario base y condiciones dignas, la descarga de camiones dejaría de verse como un “estajito” o pasatiempo. Pasaría a considerarse un empleo formal, que no solo satisface necesidades individuales, sino que también contribuye al desarrollo y al fomento del empleo en el país.

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