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El regreso de los 15 jóvenes ecuatoguineanos rescatados en Nigeria

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15 jóvenes ecuatoguineanos regresaron el pasado viernes, 22 de agosto, a su país tras haber sido rescatados en Nigeria, donde habían caído en manos de una red criminal internacional de trata de personas.

Por: Joal Ondo 

El ambiente en el aeropuerto de Malabo era una mezcla de nervios, emoción y alivio. Padres, madres y hermanos aguardaban impacientes, algunos con lágrimas en los ojos, otros con sonrisas contenidas, mientras se anunciaba la llegada del vuelo que traía de regreso a los quince jóvenes ecuatoguineanos liberados en Nigeria de una red internacional de trata de personas.

No se trataba de un rumor ni de una promesa: después de semanas de incertidumbre y expectación, sus familiares podían finalmente abrazarlos de nuevo. “Gracias a Dios y al Gobierno”, murmuraba una madre mientras alzaba la vista hacia la puerta de llegadas.


El rescate había tenido lugar días atrás en Nigeria, donde los jóvenes fueron retenidos por una organización criminal que los había engañado con la promesa de continuar sus estudios en Canadá. Allí comenzó su pesadilla: aislamiento, amenazas y la obligación de participar en actividades ilícitas. Fue necesaria la intervención directa del Vicepresidente de la República Encargado de Defensa y Seguridad del Estado, Teodoro Nguema Obiang Mangue, para activar mecanismos de cooperación con las autoridades nigerianas y lograr su liberación.

Tras permanecer bajo protección en la embajada ecuatoguineana en Abuja, su regreso al país marca el cierre de un episodio que había conmovido a la opinión pública. Durante la recepción oficial, el Ministro Delegado de Asuntos Exteriores, Marcos Mba Ondo, recordó que todos ellos habían aportado recursos económicos creyendo en una falsa oportunidad académica, lo que evidencia el nivel de sofisticación del engaño.


El Vicepresidente, que ya había advertido a los jóvenes el pasado junio sobre el riesgo de caer en trampas difundidas en redes sociales, volvió a insistir en la necesidad de ser críticos ante ofertas demasiado atractivas. “Hay que saber distinguir entre lo verdadero y lo falso”, aconsejó.

En medio de los discursos, lo que realmente quedaba era la imagen poderosa de los reencuentros: abrazos interminables, lágrimas derramadas y un mismo sentimiento compartido —la esperanza de que esta experiencia dolorosa sirva de lección a toda una generación de jóvenes ecuatoguineanos.

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