Opinión

“Más vale un pueblo culto que rico”, un llamado que nos invita a garantizar la educación para todos

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La Constitución de Guinea Ecuatorial reconoce la educación como un derecho fundamental de todo ciudadano y un deber prioritario del Estado. Así lo dice con claridad: la educación primaria debe ser obligatoria, gratuita y garantizada. Y más allá de las leyes, nuestro presidente ha repetido una frase que resume perfectamente la visión que deberíamos tener como país: “Más vale un pueblo culto que rico.”

Por: Ezequiel Ntugu Esono Bindang 

Es cierto que hay avances que nadie puede negar. Hoy tenemos más escuelas, universidades, centros de formación profesional. Existen programas de becas, ayudas para estudiantes y una clara voluntad política de mejorar el sistema educativo. No se trata de ignorar lo positivo. Ser justos también es saber reconocer lo que se ha hecho bien. Pero también es justo decir que aún falta mucho por hacer.

Porque mientras celebramos la construcción de nuevos centros, hay padres que se preguntan cómo van a pagar la matrícula escolar este año. Porque mientras hablamos de gratuidad, muchos ciudadanos no entienden por qué la educación pública no siempre está a la altura y por qué la privada se ha vuelto inalcanzable para la mayoría. Si estudiar es un derecho, ¿por qué parece un lujo?

La Constitución también garantiza la libertad de expresión y de pensamiento. Y no invoco ese derecho para atacar ni para dividir. Lo invoco para decir en voz alta lo que muchos piensan en silencio: la educación no puede seguir siendo un privilegio reservado para quienes más tienen. No podemos normalizar que un sueldo entero no alcance para pagar la matrícula de un solo hijo. No podemos aceptar que haya niños que se queden fuera del aula por falta de recursos.

*Decir esto no es ir contra el Gobierno*. Al contrario. Es exigir que las buenas políticas que ya existen se apliquen con más fuerza, más control y más justicia. Es pedir que se regulen los abusos de algunos centros privados, que se refuerce de verdad la educación pública y que se invierta no solo en infraestructuras, sino también en formación docente, materiales, tecnologías y currículos modernos.

Tener escuelas no basta si dentro de ellas no hay calidad. Tener leyes no es suficiente si no se cumplen. Hablar de desarrollo sin una educación sólida es como construir una casa sin cimientos. Y si bien el presidente ha demostrado voluntad política, la responsabilidad no debe recaer solo en él. Hay ministerios, direcciones generales, responsables educativos que deben actuar con más compromiso y seriedad.

Debemos saber que educar a un país no es tarea de uno solo, es una responsabilidad colectiva.

Hablar con libertad no es deslealtad. Callar ante las injusticias, sí lo es. Como ciudadano, protegido por la Constitución, elijo hablar. Porque creo que sí se puede mejorar. Porque sé que hay voluntad. Pero también porque mientras un solo niño quede sin estudiar por falta de recursos, no podemos sentirnos satisfechos como país.

La educación debe ser una herramienta para igualar, no para dividir. Y si realmente creemos que un pueblo culto vale más que un pueblo rico, entonces tenemos que actuar como tal. No mañana. Hoy.

Los centros educativos privados desempeñan un papel importante en la formación de nuestros niños y jóvenes, y reconocemos su aporte al sistema educativo nacional. Sin embargo, es fundamental que su gestión se ajuste a principios de equidad y responsabilidad social. La educación no debe convertirse en un privilegio reservado solo para quienes pueden pagar matrículas elevadas.

Es urgente que estos centros sean transparentes y razonables en sus cobros, respetando el derecho constitucional de todos los ciudadanos a acceder a una educación primaria gratuita y de calidad. Además, deben cumplir estrictamente con el plan pedagógico oficial, respetando la libertad de enseñanza sin promover ideologías partidistas o exclusiones.

Invitamos a los centros privados a colaborar con el Estado y la sociedad para que la educación sea un verdadero derecho universal, evitando prácticas que excluyan a familias con menos recursos y contribuyendo a construir un país más culto y justo.

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