El presidente de Malaui, Lazarus Chakwera, ha admitido este miércoles su derrota en las elecciones presidenciales celebradas el pasado 16 de septiembre, en las que el exmandatario Pether Mutharika se perfila como vencedor, pocas horas antes de que la Comisión Electoral de Malaui (CEM) publique los resultados definitivos.

Por: José Alfonso Ondo 

Chakwera, líder del gobernante Partido del Congreso de Malaui (PCM), mantuvo una conversación telefónica con su rival, el candidato del opositor Partido Demócrata Progresista (PPD), en la que reconoció que éste cuenta con una “ventaja insuperable” y le deseó éxito en su próximo mandato como séptimo presidente del país.

"Quiero que sepan que estoy plenamente comprometido a facilitar una transferencia de poder pacífica. Ya he dado instrucciones a mi equipo para que inicie los preparativos y brinde al gobierno entrante todo el apoyo necesario", señaló el mandatario en un discurso transmitido por la televisión estatal MBC.

El presidente saliente también denunció la existencia de irregularidades en el proceso electoral, solicitando a la CEM una investigación “transparente”, aunque precisó que ello “no significa necesariamente que el resultado que ha llevado a la victoria a Mutharika no sea creíble”.

El mandato de Chakwera, antiguo profesor de teología de 70 años, ha estado marcado por importantes desafíos, entre ellos la devastación ocasionada en 2023 por el ciclo Freddy, la inflación sostenida, la devaluación de la moneda nacional, la escasez de combustible y los frecuentes cortes eléctricos. Además, su administración se ha visto afectada por denuncias de malversación y sobornos.

Por su parte, Pether Mutharika, de 85 años y hermano del expresidente Bingu wa Mutharika, retorna a la arena política tras haber gobernado entre 2014 y 2019. Su campaña electoral estuvo condicionada por problemas de salud, aunque logró imponerse en unos comicios a los que se presentó un total de 17 candidatos.

Con este resultado, Malaui se prepara para una nueva transición de poder en un clima político en el que pesan tanto las expectativas de estabilidad como los retos económicos y sociales que marcarán el nuevo mandato.